10 de enero de 2014

Un poema de Muriel Rukeyser


INTENTO DE DISCURSO ENTRE DOS PERSONAS

:   Háblame.   Dame la mano. ¿Qué eres ahora?
    Te lo contaré todo.   No ocultaré nada.
    Cuando tenía tres años, un niñito leyó un cuento sobre un conejo
    que moría, en el cuento, y yo me arrastré bajo una silla   :
    un conejo rosa   :   era mi cumpleaños, y un cirio
    me hizo una llaga en el dedo, y me ordenaron ser feliz.

:   Oh, aprende a conocerme.   No soy feliz.   Te seré franca:
    En este momento pienso en velas blancas frente a un cielo como música,
    como alegres cuernos que suenan, y en pájaros que vuelan, y un brazo que me rodea.
    Hubo uno al que amé, que deseaba vivir, navegando.

:   Háblame.   Dame la mano.   ¿Qué eres ahora?
    Cuando tenía nueve años, era afeminadamente sensiblero,
    voluble   :   y mi tía viuda tocaba Chopin,
    y yo inclinaba la cabeza hacia las molduras pintadas, y lloraba.
    Ahora quiero estar cerca de ti.   Enlazaría
    los minutos de mis días estrechamente, de alguna manera, a tus días.

:   No soy feliz.   Te seré franca.
    Me gustaban las lámparas en las esquinas del anochecer, y los poemas serenos.
    En mi vida ha existido el miedo.   A veces le doy vueltas
    a esa tragedia que fue su vida realmente.

:   Dame la mano.   Primero mi mente en tu mano.   ¿Qué eres ahora?
    Cuando tenía catorce años, soñaba con el suicidio,
    y me subí a una ventana alta, al caer el sol, con la esperanza puesta en la muerte   :
    si la luz no hubiera fundido las nubes y las llanuras convirtiéndolas en belleza,
    si la luz no hubiera transformado aquel día, habría saltado.
    Soy infeliz.   Estoy solo.   Háblame.

:   Te seré franca.   Creo que él jamás me amó:
    amaba las playas luminosas, los pequeños bordes de espuma
    que surcan las pequeñas olas, amaba los giros de las gaviotas:
    me dijo con voz alegre: te amo.   Aprende a conocerme.

:   ¿Qué eres ahora?   Si pudiéramos acariciarnos el uno al otro,
    si nuestras separadas entidades pudieran abarcarse,
    apretarse como un rompecabezas chino... ayer
    estuve en una calle abarrotada de gente,
    y nadie pronunció una palabra, y la mañana brillaba.
    Todo el mundo en silencio, moviéndose... Dame la mano. Háblame.

(Muriel Rukeyser, Selected Poems, ed. Adrienne Rich, Library of America, 2004)

(Traducción, A. Catalán)
(El original, aquí)


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